A veces se convertían en Chavela y Sabina, Liza y Pavarotti, Silvio y Aute. Esta vez, como Sinatra y Bono, se tenían, mano a mano, bajo la piel.
- I`ve tried so not to give in... I`ve said to myself this affair never will go so well...
Entre risas, giros y compases montaban un sábado coreografiado y distinto que hacía crecer en Elba las ganas de ser mayor, y estudiante, porque cuando su mamá les llamaba alterada “esos estudiantes”, ella sabía que no era más que una falsa alarma. El padre respondía a aquellas quejas con una carcajada desenfadada, y para entonces, recuperada la calma, Elba ya se sabía el estribillo -….makes me stop…before I begin…- que coreaba al ritmo de sus pequeñas zapatillas de Shrek, provocando en el padre la ternura infinita que hacía del playback (que en el fondo no era más que otra manera de cumplir el cuadrante de limpieza) un rito entrañable que duraba lo que aquella función única, haciéndoles saborear el lado mágico y trágico de la rutina-…cause I`ve got you…- hasta que la mamá nórdica montaba en cólera, cerrando con ímpetu las contraventanas y dejando a Elba - y a su papá- con el aplauso dichoso en la punta de los dedos. -…under my skin-.